Qué maravilla todo lo que se hace (o se hizo) por la liberación del papá de Lucho Diaz. ¡Vale la pena! Desplegar a miles de hombres, la logística alrededor de su liberación (helicópteros, aviones, información, recompensa) todo es extraordinario, pero… claro, hay un pero. Cuánta satisfacción para Lucho, su familia, su gente y para toda (¿será que sí?) Colombia. Sin embargo, a muchas personas que esta liberación les debe producir una mezcla de emociones diversas. Que bueno por Lucho y que malo para mí, si en mi familia hay alguna persona secuestrada o desaparecida. ¿Por qué al mío no lo buscan? ¿No “califico” en ese grupo de privilegiados? ¿Por qué hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda? ¿Por qué los importantes, los famosos, los ricos, reciben toda la atención y los pobres y anónimos somos invisibles? Entonces vamos entendiendo por qué es tan decisivo aquí en Colombia expresar en alguna difícil circunstancia “usted no sabe quién soy yo”, porque puede ser el pasaporte para la salida de la dificultad. Si califica como importante el resultado puede variar…

Pero no solo en Colombia sino en el mundo. La trillada expresión de que “todos somos iguales” es mentirosa. Ni siquiera lo somos ante la muerte. El exrector de la U. Nacional Moisés Wasserman (mente brillante, racional, equilibrada ¿qué más?) ante el conflicto de Israel y Palestina escribió una justificación tan particular que obliga a aceptar que no es desde la razón como encontraremos el camino de la convivencia. No es la inteligencia la que nos hará mejores seres humanos. Escribir que en una guerra hay “proporcionalidad” de muertes (si un lado mato 5, la proporción dice que el otro tiene derecho a matar otros 5) para justificar un ataque, nos devuelve (o tal vez nunca hemos salido) al nivel más primario de la condición humana. Y como esta creencia, existen muchas otras que alimentan una fantasía, un supuesto pero que no se practican. Como dice la expresión sufi “la humanidad vive durmiendo” es decir, vive sin darse cuenta de que debe estar despierta, atenta. ¡Estamos dormidos! La guerra de Palestina e Israel es tan, tan desgarradora y contradictoria que posiblemente ayude a despertar para aceptar que “el dolor por los niños decapitados de un bando es el mismo dolor por los decapitados en el otro”. No puede haber justificación alguna para hacerlo porque el otro lo hizo. “Ojo por ojo” en lo más primitivo de la condición humana. Justificar la retaliación, a cualquier nivel, es de lo más rastrero que existe. Darle carta de presentación a una venganza precipita acciones como lo que se están viviendo. ¿Olvido a Shakira y su placer por vengarce?

El mundo actual quita la careta a creencias idealistas como si desnudara el alma humana. ¿De qué estamos hechos? ¿Por qué esa necesidad compulsiva de venganza? Esa rabia anquilosada, pegada a los genes, esa necesidad obsesiva de cobro. No es bajar la cabeza, no es complicidad. Aquí en Cali cuántos deseando que Eder cobre, se vengue, pelee. Pareciera que “duele” la reconciliación, la mano tendida. Es deprimente aceptar que nutre más el odio que la convivencia. Nuestros hijos serán los paganinis, los herederos de estas acciones. No es karma, es sistémico, es destino. Por algo somos parte de un todo, somos uno, aun cuando cueste digerirlo…

Gloria H. @GloriaHRevolturas

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